juan d'Ors
música

 

COMUNICADO DE PRENSA DE JUAN D’ORS

[Sobre su nuevo videoclip Eleanor Rigby,
el making-of del mismo…
y otras muchas cuestiones de alto interés relacionadas con la música…]

Juan d'Ors/Cabecera Videos

Juan d'Ors/Cabecera Videos

Juan d'Ors/Cabecera Videos

 

1. En voz alta

“Malos tiempos para la lírica”. Eso decía una canción de los 80. ¿Qué podríamos decir hoy, a punto de estrenar 2011, respecto a nuestras industrias del arte y de la música? Me parece que los oráculos del futuro próximo no predicen nada edificante… Cuando empezábamos, después de casi treinta años, a acostumbrarnos por fin al sonido láser de un compacto y a su eliminación de frecuencias, se mueren las compañías discográficas y no podemos sino soportar el agudo de los ordenadores y de los móviles. Internet, sí, ese horrible monstruo de mil cabezas, puede ser una hermosa salida. Pero hay que saber compartir, retener a los navegantes y buscar una forma diferente de recompensar a los autores.

No todo parece, no obstante, tener una solución tan lógica y vertiginosa como los cambios de formato. Las sociedades, perdón por la palabra, de gestión, por ejemplo (y yo pertenezco, creo, a dos de ellas) se exceden en sus poderes y resultan cuando menos cuestionables. ¿Así nos defienden a los autores? Para empezar, desde el momento mismo en que nos hacemos miembros de ellas, perdemos la libertad de elegir.

No debería ser un obstáculo pertenecer a una de esas sociedades y licenciar indistintamente nuestras obras “copyright”, “copyleft” o “creative commons”, según la gradación de nuestras conciencias de creadores, deseosos tal vez de poner en común nuestros patrimonios: yo tendría que poder editar (es un decir) un álbum de diez canciones y, verbigracia, quedarme con el control de dos de ellas, “regalar” otras dos y licenciar cc/… las seis restantes. ¿Por qué no? Pero, previamente a esto, habríamos de definir de forma plausible las retribuciones de la creación artística, y saber a ciencia cierta cómo ésta se comparte, cuál es nuestra facultad moral sobre ella, cuáles son nuestras libertades y nuestras fronteras… como autores y como usufructuarios.

El músico, desaparecida casi la casa de discos y en la ambigüedad de la red, debe subsistir a través de los locales de música en vivo. Sí, ¿pero cómo son esos locales? ¿Pueden realmente cobijar a una banda de siete u ocho músicos? ¿Es posible retribuir con dignidad a cada uno de éstos? ¿Es puesto el sonido a su servicio? ¿O hay que volver tal vez a la época de la guitarra española y el taburete como únicos medios de expresión?… Es, como siempre, una cuestión de libertades. No será extraño, pues, que los cantantes nos convirtamos en empresarios y creemos nuestros propios garitos y nuestros propios teatros…

Es evidente que esos locales, verdaderos “antros” de cultura urbana cada vez menos numerosos, donde conseguir una licencia es una batalla y llegar a un acuerdo con los vecinos una escaramuza, y cuyos arrendamientos cuestan una verdadera fortuna, por sí solos no nos van a sacar adelante. Son las redes de teatro y los centros municipales entre otros los que equilibrarán la balanza. Sí, pero ¿cuándo cumplen con nosotros esas instituciones? Quien esto escribe lleva diecisiete meses aguardando a que un centro oficial le satisfaga lo que le adeuda. Y no creo que la archiconocida crisis sea la única causa que propicie esta circunstancia.

Así las cosas, es natural que al menos dos de los integrantes de mi numerosa banda se me estén yendo… Nos queremos, admiramos y respetamos, ¿pero dónde está la tarea, dónde nuestra recompensa?

Las leyes, que deberían hacer gozar a la comunidad de nuestras obras en lugar de quitárselas de las manos o impedir que se trabaje sobre ellas, lo que hacen es cercar cada vez más los campos de acción. En 2010 es evidente que el pobre Shakespeare, tan necesitado siempre de argumentos ajenos, no hubiera podido escribir sus inmortales libros. ¿Qué artimaña legal tendré que rebuscar para poder hacer una versión libre de los Beatles o de los Rolling Stones sin que sus herederos legales se me echen encima? ¿Pasaré a la historia tal vez como un creador de “parodias”? ¡Quién sabe!

Pero no basta, no, con ser altruistas y desinteresados o morirnos de hambre. Nuestros editores, que nos encargan un trabajo y mendigan ayudas durante meses, tardan años en sacar a la calle una obra, y cuando ésta por fin se hace real, ya no nos acordamos de quiénes éramos cuando adquirimos nuestro compromiso…

¿Y para qué hablar de los locales falsamente elitistas, o de los agentes, de los representantes que se evaporan, de los espectáculos empantanados, o de las televisiones locales, que tan acogedoras fueron conmigo y que desaparecen por falta de dineros?

¿Qué hace Juan d’Ors ante este paisaje sombrío y ante los múltiples templos de Delfos que nos aguardan? No es la primera vez que estoy con los bolsillos vacíos y que tengo que reinventarme a mí mismo e intentar resurgir en el vacío de una madurez sólo a medias asumida. ¿Qué hace Juan d’Ors? Echarse al hombro sus propias deudas y sus asuntos personales y ponerse a jugar, “redescubriendo el videoclip”…

Juan d'Ors/Making-Off Video Eleanor Rigby

FOTO DE LA SERIE
“SOLITARIOS”
DE IGNACIO CEREZO

 

2. Cómo hice mi segundo vídeo

De entre las versiones que integran mi concierto Tiempos es quizá “Eleanor Rigby” una de mis favoritas: por tratarse de una canción de mis maestros tan queridos, los Beatles, y por haberme implicado en ella y en su producción de tal manera que estoy seguro de haber hecho, respetando los orígenes, una canción nueva, una canción de autor. No es necesario volver a insistir aquí en las atmósferas con las que he trabajado. Ya lo he hecho en entrevistas televisivas, y mi agente de prensa Luis Lacasa ya comentó con acierto en un rincón de mi página web las oscilaciones de mi versión, que van desde el gospel hasta el rock de los 50-60, con un aire casi africano (y esto lo digo yo ahora) en la percusión.

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

 

Para un amante del cine y la comunicación, para un estudioso de las estrategias de promoción como yo, hacer un nuevo videoclip – en medio del caos y de la crisis nacional y personal – era una especie de catarsis, y tenía algo de subversivo, de locura regeneradora, de tabla de salvación al tiempo que de suicidio.

Sorteando todas las trampas posibles (de autoengaño, de dinero, de peleas con mis músicos…), conseguí llevarla a cabo. O ahora o nunca, me dije. Mi percusionista, Donato, aceleró el proceso, dado que se iba a Estados Unidos y Caribe de forma inminente.

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

 

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

Mi primera idea era hacerlo con un realizador que hubiera vivido de alguna forma la época beatle. Porque el vídeo tiene pequeños guiños a los cuatro de Liverpool: una revista que habla de su separación, una entrada de mi banda en el plató al estilo “escarabajo”, un sonido años 60… y a Jordi Pinyol, un guitarrista zurdo (McCartney era fundamentalmente bajista, pero zurdo). Luego me di cuenta de que mi amigo Javier Cano, director de mi anterior clip (aún por estrenar) “Himno a Venus”, si bien por generación no había vivido ni tan siquiera los últimos destellos de la década prodigiosa, ya había demostrado un talento visual inmenso. Y además me conoce bien, y sabe qué es lo que quiero y lo que espero de él. Por fidelidad y por coherencia con mi universo anterior acudí a un gran profesional que ya había trabajado conmigo.

Está claro que mi forma de vivir es implicarme en todos los procesos posibles de creación, lo mismo

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

en la mezcla del audio que en el montaje de las imágenes. Soy, de alguna manera el co-director de mis vídeos. En “Himno a Venus” llevé estos cuidados al paroxismo, dado que era el autor del guión. En “Eleanor Rigby” dejé sin embargo una libertad creativa absoluta a Javier, en el que es obvio que confío plenamente. Se trabajaba aquí sin script previo, así que sólo le envié un mensaje de móvil con una única indicación: “Mi versión intenta ser bellamente histriónica y está llena de energía”. Sí, hay varios Juanes cantando en ella: la voz aguda, la voz media, la voz grave… Aunque el vídeo nos cuenta de seres solitarios y de toda la melancolía que hay detrás de ellos, no debía prevalecer lo oscuro o lo triste. Hay en él una gran vitalidad, transmitida en el brillo y la fuerza de la voz, la contundencia de un piano sincopado, el humor negro del bajo, el corte de mangas del kazoo, el frenesí y el ritmo de la darbuka, y una guitarra eléctrica maravillosa que se va dejando llevar por la voz y transita por los caminos que esa voz le marca.

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

Quería rodar en un ambiente de estética industrial y al mismo tiempo popular. Así que me dirigí primero al madrileño y simpático Mercado de San Miguel, donde me denegaron los permisos. Después me fui a La Tabacalera, en la Glorieta de Embajadores, que es como un segundo Palermo, y con cuyos responsables llegué a un acuerdo, y luego me extenderé en detalles sobre este centro.

Quiero ahora resaltar la magia y el pavor de los azares y las casualidades: Alejandro Sanz había seguido exactamente los mismos procesos que yo (pero unas semanas antes) para intentar realizar un clip con una canción suya. Se dirigió primero a San Miguel, y no logró su propósito. Se fue a La Tabacalera y lo echaron de allí. Sin yo saberlo, dos creadores habíamos coincidido en nuestros pasos. ¿Qué le pasó a él en La Tabacalera? Simplemente que no se informó bien de la filosofía del centro ni de quién llevaba las riendas. Sé de buena tinta que Alejandro respeta profundamente a los vecinos que activan aquel hervidero humano. Y sé que siempre ha sentido no rodar allí ni haber estado al tanto de los preliminares.

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

Puede pensarse que la asociación se excedió quizá echando de allí al equipo de Alejandro Sanz. Pero hay que saber qué es La Tabacalera: un centro social y autogestionado cuya filosofía es el compartir. No creen en lo exclusivo, sino en una cultura al servicio de la comunidad. Y de ahí retornamos al principio de este escrito…

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

Cultura libre, generosidad, entrega al vecino o al visitante que por allí pasa… He realizado el vídeo con el apoyo de este centro social. Sin ellos, seguramente nunca lo habría podido hacer. ¡Convertir una galería de arte, un espacio del ayuntamiento, un mercado, una factoría, un estudio de fotografía, un taller de artista… en un plató puede costarte en la mayor parte de los casos entre 3000 y 5000 euros! Salvo que uno se vaya, como tantos otros, a fábricas abandonadas cargado de grupos electrógenos. Con La Tabacalera he podido rodar en su nave central absolutamente gratis y con todos los medios a mi disposición. A cambio, les he cedido mi vídeo para que dispongan de él como quieran.

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

He grabado el audio en riguroso directo y con una buena parte de mi grupo tocando y entregándose durante diez u once tomas entre nueve y media de la mañana y dos de la tarde de un viernes del mes de octubre de 2010. Con el sonido (equivocadamente o no) he sido absolutamente implacable: quería, primero, un directo (no creo en la frialdad de las grabaciones de los músicos por separado, ni en las claquetas ni otras zarandajas);

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

quería, segundo, que todos los instrumentos se distinguieran a la perfección y sin solaparse. De ahí el predominio de los paneos en el audio, del panorama. Mi música, no lo olvidemos, es una música de contrapunto y no debe haber caos ni confusión. Quería, tercero, y como ya he dicho, un sonido de los 60, de finales de los 60, para más precisión, de la época en que los Beatles se separaban (con acierto quizá por parte de ellos y con desolación por parte del niño que yo era, y de otros muchos niños sin duda). Para ello acudí, como gran técnico de sonido que es, a Félix Arribas, batería y productor de Los Pekenikes, contemporáneo de Lennon y McCartney, y un auténtico mito viviente. El tiempo dirá si él y yo nos equivocamos en nuestras opciones o no…

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

Javier Cano pelea en estos momentos con la sincronización. El clip lleva una cortinilla en forma de dibujo animado, una obra maestra realizada por Raúl Echegaray, y que supone un recurso publicitario de primer orden (al mismo nivel que el cartel de mi espectáculo Tiempos, diseñado por Mauricio d’Ors a partir de una idea mía). El montaje intercala nuestra actuación en el improvisado plató de La Tabacalera con unas fotos fijas de seres anónimos realizadas al azar por mi colaborador habitual Ignacio Cerezo con elegancia, buen gusto y socarronería.

Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

Arancha Merchán, cámara segunda y devenida en habitual de mi staff, realizó su trabajo con paciencia y finura. Mar Rojo no quiso esta vez acompañarnos. Así que la producción la llevó Guillermo Gumiel. El final del vídeo es una chispa, un hálito de sensibilidad. Está dedicado a la gente que está sola.

J. d’O.
Diciembre 2010
Fotos de Ignacio Cerezo (madarte.com)
y Guillermo Gumiel (gumiel.blogspot.com)
Juan d'Ors/ Videoclip  Eleanor Rigby

 

Juan d'Ors/ Escaleta  Eleanor Rigby