juan d'Ors
música

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.Juan d’Ors ficha a DONATO GOYENECHE  >www.rollproductions.com

La manera de trabajar de Juan d’Ors, su estilo, privilegia la expresión antes que el ritmo, el contrapunto y el eco antes que el tiempo, la libertad antes que el academicismo o la matemática. Es coherente, pues, que en su actual espectáculo la percusión sólo se insinúe. Y, sin embargo, y por idéntica razón, era fundamental que esa mínima percusión tuviera un valor simbólico (sobre todo en un concierto que precisamente se llama Tiempos). Si es cierto que solamente seis o siete canciones van acompañadas, en principio, de cajón flamenco o darbuka, también lo es que en esas mismas el ritmo y la referencia temporal debían ser concepto y referencia musical.
En Tiempos – pese a lo dicho sobre el método de Juan – hay una sensación continua de que “el reloj avanza y el corazón late”. Y, en buena lógica, estas canciones deben transmitir también la impresión de pulsión y hasta de tensión. Es más, el deseo de Juan era ir creando poco a poco unas transiciones entre canción y canción con atmósferas, más propiamente, efectos, que actuaran de nexo de unión, literario y dramático, sí, pero también galopante y rítmico.
La razonable conclusión a estas necesidades fue conseguir fichar a un percusionista que se uniera a la banda que ejecuta Tiempos durante algunos conciertos “solemnes” y que actuara un poco de maestro de los músicos habituales del grupo, de modelo a seguir para el resto de los bolos.
Y así será. Juan se ha ganado la complicidad de un músico navarro, pero no de uno cualquiera. Se trata de DONATO GOYENECHE, un auténtico maestro de la percusión (y también de la composición). Su primera ayuda se reflejará próximamente en el teatro del Centro Cultural Julio Cortázar del Ayuntamiento de Madrid.
La trayectoria de Donato es impresionante. A los 29 años abandonó la profesión de arquitecto técnico para dedicarse por completo a la música. En 1981 obtuvo la Cátedra y fundó enseguida el Grupo de Percusión del Conservatorio de San Sebastián, laureado con un diploma de honor en España y un primer premio en Francia. Estrenó su obra África, para coros y percusión, en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián en 1996. Esa misma composición fue presentada ocho años después en el conservatorio Brooklyn School de la universidad de Nueva York, siendo parcialmente interpretada en 2005 por la Orquesta Sinfónica de Euskadi y el Orfeón Donostiarra. Su espectáculo Noches de Marfil fue montado en 1999 y 2001 en el Parque de las Naciones y el Teatro Alcázar de Madrid respectivamente. Durante la última década, Goyeneche ha dedicado con pasión su vida – además de a los cursos de percusión digital para sus alumnos y de rítmica para profesores – a recopilar, mejorar y grabar sus más de cuarenta composiciones, y ha ofrecido conciertos como solista con múltiples instrumentos como congas, bongos, djembes, udu, darbuka, cajón flamenco…

TROVADORES DE SILENCIOS

. Juan d´Ors colabora en un libro/disco colectivo.

La editorial Calambur sacará a la venta próximamente un elegante libro/disco, que, bajo el título de TROVADORES DE SILENCIOS, intenta fusionar poesía y canción.

Embarcados en este proyecto de forma altruista, doce músicos, la mayor parte de ellos cantautores muy conocidos, ponen sus composiciones al servicio de otros tantos poetas españoles contemporáneos.

Intervienen en esta antología:

 

 Juan nos comunica que ha elegido el poema titulado Himno a Venus. En este momento está trabajando en los arreglos y a finales de octubre grabará el tema en estudio junto a su actual formación.

>mp3 Boceto ‘cantado’ de Himno a Venus.

. Himno a Venus - Proyecto de VÍDEOCLIP

El management de Juan informa de que la grabación de su Himno a Venus está en marcha. Guitarra acústica y violín han sido ya registrados en los estudios J.D. de Madrid, en tanto que el resto de pistas se prevé que lo sean en FONOFOX. Por otro lado, aunque aún queda mucho por concretar, el cantante se ha embarcado con entusiasmo en la aventura de producir un vídeoclip alrededor de esta misma canción. El guión lo ha escrito el propio Juan, e intenvendrá en el rodaje la actriz Paloma Mozo (en el script, una especie de “eterno femenino”) bajo la dirección del joven realizador Javier Cano. (8-12-2009)


Himno a Venus” (videoclip)
Guión, notas y producción: Juan d'Ors

DATOS

– 6:30 minutos.
– Sólo canción. No hay sonido directo.

EQUIPO HUMANO

– Maquilladora.

TRAVELLING

– Mover el fondo.

PENDIENTE

Idea de una planificación de producción. Plan de rodaje.

SECUENCIA A:
Calle desierta. Soledad.
Juan aparece con anorak encapuchado silbando la melodía. (se oye el sonido, puede ser escorzo)
Cuerpo entero. Escorzo. Algo oculto.
11 segundos – melodía silbada – los caracteres aparecen dentro de este rango de tiempo.
Necesidades: anorak negro con capucha

SECUENCIA B:
Juan silba por la misma calle. Luz alta. Atardecer.
11 segundos – melodía silbada, continuación de la anterior
Necesidades: anorak negro con capucha

SECUENCIA C:
(no hay silbido, parte instrumental)

(10 de marzo 2010)
. Himno a Venus. La canción

A Juan, literalmente, le llovió del cielo. La posibilidad de colaborar en el libro/disco Trovadores de silencios, me refiero. Músico, cantante y escritor, él no se considera cantautor sin embargo, aunque parezca una paradoja. Aquí jugaba con la ventaja de que la letra de la canción le venía también “llovida”. Y nada menos que de los cielos de Jaime Siles, poeta excelso, crítico de teatro incansable.

Juan aceptó el encargo con ilusión. Su primera idea (como viejo actor que es) fue crear una música adecuada y recitar por encima de ella. Muy poco después, se dio cuenta repentinamente de que tenía que cantar antes que nada. De entre diez o quince poemas de Jaime Siles tuvo la oportunidad de elegir no quizá el mejor pero sí el que más convenía a su forma de hacer música.

Trabaja mentalmente con sus piezas durante varios años. Es habitual que Juan le dé vueltas a unas notas de forma compulsiva y obsesiva durante muchos ciclos de tiempo. Y va construyendo variantes. Y a veces no recuerda el estado primitivo de su propia melodía, los orígenes de donde partió. Fue en septiembre 2009 cuando recibió el grato encargo de musicar a Jaime Siles. Y justo en aquel momento mascaba y rumiaba una de sus antiguas melodías. Así que adaptó sus frases melódicas al soneto de Siles. Y a partir de ahí comenzó a transformarlo todo. Y a hacer también una labor de “corta-pega” con sus variaciones.

Como siempre, acudió a sus maquetas, a su multipista, a un piano armónico, y a cantar de forma bastante precisa lo que debían hacer los distintos instrumentos. (En esta página web podemos escuchar su curioso boceto). Intentó esta vez que el componente melódico primara sobre todo lo demás, sin adornos superfluos. Una producción sencilla, un sonido desnudo, una estructura compartimentada: voz-piano + franjas instrumentales sin piano y con bajo. Y los solos impresionantes del clarinete y el saxo de Costanzo, la española de Tomás y otros solos de los que luego hablaremos … que demuestran que Juan piensa más como compositor que como cantante (siendo un cantante extraordinario).

“Traté sin embargo de hacer una canción sencilla, muy sencilla incluso. Y, sobre todo, puesta al servicio de una letra. Estructuralmente es así, evidentemente. Sigo paso a paso la propuesta de Siles. Y también, la mayor parte de las veces, las imágenes un poco decadentes que utiliza el poeta, aunque sea por contraste. Me permito además hacer cesuras y puntos y aparte, aprovechando la asimetría del género soneto, y me convierto en acróbata cuando me falta texto”…

Los encargados de la armonía (Adán Latonda al piano y el invitado Albert Anguela, al bajo eléctrico) sin duda se dieron cuenta de inmediato de que Juan seguía una armonización clásica, en concreto heredada de ese “colchón” del Barroco que es el Canon de Pachelbel. Daniel García, su estupendo violinista, se encargó de transcribir las ideas de Juan a partitura, dotándolas de temporalidad y respiración, de los compases precisos. Donato Goyeneche se vino desde Donosti a grabar el cajón flamenco. Y Jordi Pinyol, realmente implicado en el proyecto, hizo compatibles con sus cuerdas metálicas las intuiciones que Juan insinuaba con su voz. Resultado: ese solo conmovedor que se cierra en un fundido, sugiriéndonos que el tema no acabará nunca. Solo, por cierto, grabado con un fondo del monasterio de San Lorenzo de El Escorial absolutamente nevado.

Por el camino Juan encontró algún que otro calvario, lo que él llama “la burocratización de la música”: las frías matemáticas, por un lado, y el sonido estándar, por otro.
No importa. Esquivando los dos molinos de viento, acabó triunfando con un “sonido Juan d’Ors” perfectamente identificable, desnudo y preciso. No hace falta más. Joaquín Rebollo, técnico de los Estudios AAA, le ayudó a conseguir la calidez deseada.

Es ésta una canción que resume un poco la música misma y que dura 6 gloriosos minutos pero que bien podría haber durado 60, porque tiene desarrollo y concepto para ello. Una canción que parte de la música clásica pero transita familiarmente por la canción popular, el jazz, el cabaret, el pop-rock y el gospel (la voz de Juan pasa del “caramelo” al “castigo”). Los mitos de siempre de Juan (Waits, Llach, Veloso) están de alguna forma aquí presentes. Pero también hay sombras inesperadas (Elvis Costello, Albert Pla …). Y guitarristas soberbios como George Harrison o Carlos Santana podrían haber tocado el famoso final.

Del lirismo al pop; de lo bucólico-pastoril hacia lo cortesano; del humor hasta la emoción (y entre la melancolía y el arrebato), Juan juega con nuestra sensibilidad. Después de la audición, no podemos por menos que soltar el aire ante el “subidón” que nos provoca pasar del silbido desabrigado y ensimismado con que se inicia la canción al crescendo con el que termina. Si hay que buscarle etiqueta a la pieza, yo pondría, sí, dos: pop elegante y canción única.

L. Lacasa

Notas:
. Próximamente, videoclip en www.myspace.com/juandors
. Carátula e info de TROVADORES DE SILENCIOS en >Discografía
. El libro/disco con la canción HIMNO A VENUS, de Juan d’Ors, a la venta ya. Ref. Trovadores de silencios (Calambur).

 

(14 de marzo 2010)
. Himno a Venus. El videoclip
(Crónica desde la distancia)

Redacto este texto con Juan a mi lado. Él quiere ser, aunque se enfade viéndome escribirlo, mi ángel tutelar (le separan de mí los años suficientes y el talento como para serlo). Y también quiere que yo sea, de alguna forma y al mismo tiempo, su alter ego, su promotor de prensa y su divulgador virtual (algo así como lo que fue –salvando todas las distancias de tiempo, espacio y maneras- Tony Barrow para sus amados Beatles). Roles que él sabe que he aceptado y seguiré aceptando con gusto, dada la admiración y la amistad que me unen a él.

Esta cercanía geográfica y metodológica espero que compense la lejanía obligada a la que Juan me ha condenado ante todo lo que conllevaba la materialización del proyecto de videoclip basado en su canción Himno a Venus. En efecto, desde el primer momento decidió que ni yo ni ningún miembro de su staff participara de cerca o de lejos en las conversaciones preliminares, en los preparativos del vídeo o en su rodaje posterior. Todo debía ceñirse al máximo a un ámbito profesional y desarrollarse en medio de un cierto secretismo. Así pues, apresuro estas líneas sin haber vivido ninguna de las secuencias de esta gran aventura, pero teniendo ahora al cantante a mi lado para que vaya comentándome con la pasión que le caracteriza los entresijos de la empresa, describiendo y reviviendo lo que yo sólo intuyo e imagino.

De entre los doce compositores que fueron elegidos para musicar a los doce poetas incluidos en la antología poética y sonora “Trovadores de silencios” sólo Juan que nos conste decidió que debía intentar una prolongación visual de su canción. Y creo ser muy consciente al utilizar la palabra “prolongación”, puesto que el vídeo no es una mera ilustración del bello poema de Siles. Ni siquiera sirve estrictamente a las atmósferas de la canción de Juan. A cada lenguaje su especificidad.

El cantante conoce desde niño ese lenguaje cinematográfico, que ama en su misterio y que tanto tiene que ver con el del cómic, arte sobre el que ha escrito. Y le divierte la gramática de ese subgénero (dicho sin ningún desprecio) que es el videoclip.
La emoción (y el vértigo) del rodaje hoy ha terminado. No así el montaje, que es, como diría Kipling, otra historia. Esperemos que esta labor de relojería que es la edición y postproducción no desmienta las enormes expectativas e ilusiones que han despertado en Juan los tres días de grabación. Para compensar el hecho de no poder gozar aún de un producto terminado, ofrecemos al internauta una cuidada selección de imágenes del rodaje obtenidas por su fotógrafo habitual, Ignacio Cerezo. E intercalamos entre las imágenes algunos detalles del guión técnico escrito por Javier Cano a partir del guión literario de Juan d’Ors, esperando que todo ello no reste magia ni suspense mitológico al acontecimiento del estreno del audiovisual.

El guión previo, por lo que he podido ver y como ya he dicho, no se ciñe ni a las variadísimas imágenes del poema que sirve de base ni a las atmósferas líricas de la música de Juan. “He escrito una historia que al mismo tiempo tiene elementos de fantasmagoría y de cotidianidad absoluta. Estos elementos contrapuestos suelen coexistir pacíficamente en los videoclips. En lugar de seguir los versos de Siles como hice en la canción, he tratado de imaginar de forma soñadora y romántica un prototipo de mujer que al mismo tiempo sea todas las mujeres del mundo: una niña, una vampiresa, la propia humanidad de la actriz, una figura del cine mudo (cosa muy elocuente en un cine musical como éste), una musa inspiradora, etc. Esa mujer tiene relación directa o indirecta con cada uno de los músicos que aparecemos en el vídeo. Es el hilo conductor de la historia. Coquetea con todos pero acaba marchándose conmigo. Hay que arreglar, claro está, con la ficción la malvada realidad”.

En sí misma, ella representa el amor (palabra que aparece en todos los versos de Siles salvo en el último, donde el poeta por fin ha personificado). Ella es el amor, o “la imagen” que tenemos de él…

Juan aprovecha su guión para construir a través de la silueta de cada uno de sus músicos una entidad propia e independiente de ellos. “Es lo mismo que en los conciertos: yo soy yo y mi música; pero ellos funcionan al tiempo como banda y como solistas. Son estupendos”. Aunque el clip acaba de forma chapliniana, por en medio ha habido muchas imágenes, algunas de ellas muy Truffaut, otras muy Buñuel, muy “subconsciente erótico”, como un terciopelo rojo, que es un poco Marilyn pero también un poco sangre… Cabe todo en el mito del eterno femenino, que es también el del eterno retorno.

Por las fotos del rodaje puedo ver que Juan ha imaginado un vídeo sincero. Parece (igual que la canción) una obra elegante, llena de buen gusto. Se ofrece de Juan una idea certera, ataviado con un híbrido de gabardina-abrigo que disimula su aire desgarbado y que le sitúa fuera del tiempo, como un ser solitario, un poco distanciado de los demás personajes y muy lejano de ese Madrid urbano y lleno de ordenadores que aparece en el vídeo. Las decadentes visiones de Siles parecen tener eco en el metro, en los andenes, en el saxo de Costanzo o la guitarra eléctrica de Jordi, en el ‘pick-up’ moviéndose en la noche (¡qué infierno debió de ser rodar esas escenas!), en la oscuridad de algunos fotogramas… Pero habrá que ver el videoclip terminado.

Pese a que Juan no me cuenta tanto como yo quisiera, puedo imaginar algunas cosas. Le estoy viendo luchar contra su entorno, que le decía que hacer un videoclip era una locura innecesaria, y una ruina económica para él, sin apoyo de discográfica alguna y desvinculado como estaba el clip del proyecto del libro/disco… Le estoy viendo también escribir con amor dos o tres versiones de guión, intentando construir imágenes exactas y precisas, estrofa a estrofa, verso a verso, y casi nota a nota, siguiendo de forma escrupulosa su propia estructura musical y sin “literaturizar” los resultados. Le estoy viendo escribirle continuos mensajes de móvil a la jefe de producción, sorteando problemas graves como la sustitución a última hora de Paloma Mozo por Ana Santos, una actriz maravillosa según me dice Juan; o utilizar dobles para uno de sus músicos, ausente en unas de sus sesiones, y otros problemas que Juan prefiere no contarme…

Le estoy viendo controlar de forma férrea y casi patriarcal todos los procesos del rodaje (como le veré hacerlo en los de la postproducción), todas las conversaciones, a todos los técnicos (abusando quizá de su “resistencia”), pendiente de todos los detalles (siendo al tiempo empresario, productor y actor), mirando los monitores de las cámaras, tratando de ser disciplinado como actor, preguntando, consultando sus papeles, riendo y llorando, sufriendo e inmensamente feliz, discutiendo con todos y al rato pidiendo disculpas y abrazando tiernamente al equipo.

“¿El equipo?”, dice Juan. “Javier Cano, el director es un ser humano extraordinario. Tiene gran capacidad para contemporizar y escuchar, una gran sensibilidad. Sabe improvisar y para él nada es trágico ni imposible, quizá porque es consciente de las realidades mucho más que yo. Sin haber visto prácticamente más que algunos segundos de planos-secuencia de sus obras anteriores, le contraté en cuanto me enteré de que había rodado un documental sobre el mundo del circo y su entorno social. El lado femenino que todos los hombres tenemos en él es muy tierno. Y oculta un humor muy secreto. Los dos estamos en universos diferentes pero muy compatibles. Desde el principio entendió mi persona, mi canción y la historia que cuento. Posee gran instinto para rodar, y lo veremos en el clip. Carmen Correa, su ayudante de dirección, es sobre todo una mujer inteligente. Supo explicar perfectamente a Adán, mi pianista, qué era lo previo a sus acciones para conseguir que éstas fueran orgánicas. Y a mí me contó cómo era yo y cómo era mi película mejor de lo que hubiera hecho yo mismo. Tiene mucha capacidad de convicción (más que la de Javier o la mía): logró eliminar casi todos los ingredientes ibérico-taurinos que había en la secuencia del piano. (Las fotos del making-of de Ignacio Cerezo recogen algunas ideas “censuradas” por ella). Respecto a Arancha Merchán, operadora de cámara, es muy espiritual y al tiempo muy del gremio. Tiene una forma de rodar más “humana” que la de Javier, que es más puramente visual. A su pareja, Ricardo, iluminador, le adorna un gran espíritu de camaradería, y nos sacó de más de un apuro. Y en cuanto a María Fernández, encargada de maquillaje, peluquería y vestuario, estoy convencido de que es una artista. Es muy funcional y creo que a ella se le deberá una buena parte de la dignidad del videoclip. Había que verla transformando de la cabeza a los pies, secuencia a secuencia, a la paciente actriz Ana Santos, configurando muchos tipos de mujer al tiempo que siempre la misma. De Ana, la más profesional de todos nosotros, no olvidaré jamás su sonrisa, en medio del frío y del agotamiento durante la larga jornada del viernes, en la que estuvimos rodando hasta las dos de la madrugada… Y Mar Rojo, que hizo la producción y que tuvo que barajar muchas hipótesis de trabajo y no pocas variables, es una excelente interlocutora. Su dialéctica con Javier Cano es perfecta: entre los dos constituyen el ying y el yang de mi película”.

L. L.

 


 

 
 
 

 

Jueves, día 16 de diciembre: 12 horas.
Presentación a la prensa del libro/disco
TROVADORES DE SILENCIOS

Viernes, día 17 de diciembre: 22.30 horas
Concierto de todos los artistas que intervienen en la obra

Juan d'Ors interpretará su tema "Himno a Venus",
sobre un poema de Jaime Siles.

Ambos actos se celebrarán en el Salón de Actos 
del ATENEO de Madrid,
calle del Prado, 21.

Info en www.calambureditorial.com

 

COMUNICADO DE PRENSA DE JUAN D’ORS

[Sobre su nuevo videoclip Eleanor Rigby,
el making-of del mismo…
y otras muchas cuestiones de alto interés relacionadas con la música…]

 

1. En voz alta

“Malos tiempos para la lírica”. Eso decía una canción de los 80. ¿Qué podríamos decir hoy, a punto de estrenar 2011, respecto a nuestras industrias del arte y de la música? Me parece que los oráculos del futuro próximo no predicen nada edificante… Cuando empezábamos, después de casi treinta años, a acostumbrarnos por fin al sonido láser de un compacto y a su eliminación de frecuencias, se mueren las compañías discográficas y no podemos sino soportar el agudo de los ordenadores y de los móviles. Internet, sí, ese horrible monstruo de mil cabezas, puede ser una hermosa salida. Pero hay que saber compartir, retener a los navegantes y buscar una forma diferente de recompensar a los autores.

No todo parece, no obstante, tener una solución tan lógica y vertiginosa como los cambios de formato. Las sociedades, perdón por la palabra, de gestión, por ejemplo (y yo pertenezco, creo, a dos de ellas) se exceden en sus poderes y resultan cuando menos cuestionables. ¿Así nos defienden a los autores? Para empezar, desde el momento mismo en que nos hacemos miembros de ellas, perdemos la libertad de elegir.

No debería ser un obstáculo pertenecer a una de esas sociedades y licenciar indistintamente nuestras obras “copyright”, “copyleft” o “creative commons”, según la gradación de nuestras conciencias de creadores, deseosos tal vez de poner en común nuestros patrimonios: yo tendría que poder editar (es un decir) un álbum de diez canciones y, verbigracia, quedarme con el control de dos de ellas, “regalar” otras dos y licenciar cc/… las seis restantes. ¿Por qué no? Pero, previamente a esto, habríamos de definir de forma plausible las retribuciones de la creación artística, y saber a ciencia cierta cómo ésta se comparte, cuál es nuestra facultad moral sobre ella, cuáles son nuestras libertades y nuestras fronteras… como autores y como usufructuarios.

El músico, desaparecida casi la casa de discos y en la ambigüedad de la red, debe subsistir a través de los locales de música en vivo. Sí, ¿pero cómo son esos locales? ¿Pueden realmente cobijar a una banda de siete u ocho músicos? ¿Es posible retribuir con dignidad a cada uno de éstos? ¿Es puesto el sonido a su servicio? ¿O hay que volver tal vez a la época de la guitarra española y el taburete como únicos medios de expresión?… Es, como siempre, una cuestión de libertades. No será extraño, pues, que los cantantes nos convirtamos en empresarios y creemos nuestros propios garitos y nuestros propios teatros…

Es evidente que esos locales, verdaderos “antros” de cultura urbana cada vez menos numerosos, donde conseguir una licencia es una batalla y llegar a un acuerdo con los vecinos una escaramuza, y cuyos arrendamientos cuestan una verdadera fortuna, por sí solos no nos van a sacar adelante. Son las redes de teatro y los centros municipales entre otros los que equilibrarán la balanza. Sí, pero ¿cuándo cumplen con nosotros esas instituciones? Quien esto escribe lleva diecisiete meses aguardando a que un centro oficial le satisfaga lo que le adeuda. Y no creo que la archiconocida crisis sea la única causa que propicie esta circunstancia.

Así las cosas, es natural que al menos dos de los integrantes de mi numerosa banda se me estén yendo… Nos queremos, admiramos y respetamos, ¿pero dónde está la tarea, dónde nuestra recompensa?

Las leyes, que deberían hacer gozar a la comunidad de nuestras obras en lugar de quitárselas de las manos o impedir que se trabaje sobre ellas, lo que hacen es cercar cada vez más los campos de acción. En 2010 es evidente que el pobre Shakespeare, tan necesitado siempre de argumentos ajenos, no hubiera podido escribir sus inmortales libros. ¿Qué artimaña legal tendré que rebuscar para poder hacer una versión libre de los Beatles o de los Rolling Stones sin que sus herederos legales se me echen encima? ¿Pasaré a la historia tal vez como un creador de “parodias”? ¡Quién sabe!

Pero no basta, no, con ser altruistas y desinteresados o morirnos de hambre. Nuestros editores, que nos encargan un trabajo y mendigan ayudas durante meses, tardan años en sacar a la calle una obra, y cuando ésta por fin se hace real, ya no nos acordamos de quiénes éramos cuando adquirimos nuestro compromiso…

¿Y para qué hablar de los locales falsamente elitistas, o de los agentes, de los representantes que se evaporan, de los espectáculos empantanados, o de las televisiones locales, que tan acogedoras fueron conmigo y que desaparecen por falta de dineros?

¿Qué hace Juan d’Ors ante este paisaje sombrío y ante los múltiples templos de Delfos que nos aguardan? No es la primera vez que estoy con los bolsillos vacíos y que tengo que reinventarme a mí mismo e intentar resurgir en el vacío de una madurez sólo a medias asumida. ¿Qué hace Juan d’Ors? Echarse al hombro sus propias deudas y sus asuntos personales y ponerse a jugar, “redescubriendo el videoclip”…

FOTO DE LA SERIE
“SOLITARIOS”
DE IGNACIO CEREZO

 

2. Cómo hice mi segundo vídeo

De entre las versiones que integran mi concierto Tiempos es quizá “Eleanor Rigby” una de mis favoritas: por tratarse de una canción de mis maestros tan queridos, los Beatles, y por haberme implicado en ella y en su producción de tal manera que estoy seguro de haber hecho, respetando los orígenes, una canción nueva, una canción de autor. No es necesario volver a insistir aquí en las atmósferas con las que he trabajado. Ya lo he hecho en entrevistas televisivas, y mi agente de prensa Luis Lacasa ya comentó con acierto en un rincón de mi página web las oscilaciones de mi versión, que van desde el gospel hasta el rock de los 50-60, con un aire casi africano (y esto lo digo yo ahora) en la percusión.

 

Para un amante del cine y la comunicación, para un estudioso de las estrategias de promoción como yo, hacer un nuevo videoclip – en medio del caos y de la crisis nacional y personal – era una especie de catarsis, y tenía algo de subversivo, de locura regeneradora, de tabla de salvación al tiempo que de suicidio.

Sorteando todas las trampas posibles (de autoengaño, de dinero, de peleas con mis músicos…), conseguí llevarla a cabo. O ahora o nunca, me dije. Mi percusionista, Donato, aceleró el proceso, dado que se iba a Estados Unidos y Caribe de forma inminente.

 

Mi primera idea era hacerlo con un realizador que hubiera vivido de alguna forma la época beatle. Porque el vídeo tiene pequeños guiños a los cuatro de Liverpool: una revista que habla de su separación, una entrada de mi banda en el plató al estilo “escarabajo”, un sonido años 60… y a Jordi Pinyol, un guitarrista zurdo (McCartney era fundamentalmente bajista, pero zurdo). Luego me di cuenta de que mi amigo Javier Cano, director de mi anterior clip (aún por estrenar) “Himno a Venus”, si bien por generación no había vivido ni tan siquiera los últimos destellos de la década prodigiosa, ya había demostrado un talento visual inmenso. Y además me conoce bien, y sabe qué es lo que quiero y lo que espero de él. Por fidelidad y por coherencia con mi universo anterior acudí a un gran profesional que ya había trabajado conmigo.

Está claro que mi forma de vivir es implicarme en todos los procesos posibles de creación, lo mismo

en la mezcla del audio que en el montaje de las imágenes. Soy, de alguna manera el co-director de mis vídeos. En “Himno a Venus” llevé estos cuidados al paroxismo, dado que era el autor del guión. En “Eleanor Rigby” dejé sin embargo una libertad creativa absoluta a Javier, en el que es obvio que confío plenamente. Se trabajaba aquí sin script previo, así que sólo le envié un mensaje de móvil con una única indicación: “Mi versión intenta ser bellamente histriónica y está llena de energía”. Sí, hay varios Juanes cantando en ella: la voz aguda, la voz media, la voz grave… Aunque el vídeo nos cuenta de seres solitarios y de toda la melancolía que hay detrás de ellos, no debía prevalecer lo oscuro o lo triste. Hay en él una gran vitalidad, transmitida en el brillo y la fuerza de la voz, la contundencia de un piano sincopado, el humor negro del bajo, el corte de mangas del kazoo, el frenesí y el ritmo de la darbuka, y una guitarra eléctrica maravillosa que se va dejando llevar por la voz y transita por los caminos que esa voz le marca.

Quería rodar en un ambiente de estética industrial y al mismo tiempo popular. Así que me dirigí primero al madrileño y simpático Mercado de San Miguel, donde me denegaron los permisos. Después me fui a La Tabacalera, en la Glorieta de Embajadores, que es como un segundo Palermo, y con cuyos responsables llegué a un acuerdo, y luego me extenderé en detalles sobre este centro.

Quiero ahora resaltar la magia y el pavor de los azares y las casualidades: Alejandro Sanz había seguido exactamente los mismos procesos que yo (pero unas semanas antes) para intentar realizar un clip con una canción suya. Se dirigió primero a San Miguel, y no logró su propósito. Se fue a La Tabacalera y lo echaron de allí. Sin yo saberlo, dos creadores habíamos coincidido en nuestros pasos. ¿Qué le pasó a él en La Tabacalera? Simplemente que no se informó bien de la filosofía del centro ni de quién llevaba las riendas. Sé de buena tinta que Alejandro respeta profundamente a los vecinos que activan aquel hervidero humano. Y sé que siempre ha sentido no rodar allí ni haber estado al tanto de los preliminares.

Puede pensarse que la asociación se excedió quizá echando de allí al equipo de Alejandro Sanz. Pero hay que saber qué es La Tabacalera: un centro social y autogestionado cuya filosofía es el compartir. No creen en lo exclusivo, sino en una cultura al servicio de la comunidad. Y de ahí retornamos al principio de este escrito…

Cultura libre, generosidad, entrega al vecino o al visitante que por allí pasa… He realizado el vídeo con el apoyo de este centro social. Sin ellos, seguramente nunca lo habría podido hacer. ¡Convertir una galería de arte, un espacio del ayuntamiento, un mercado, una factoría, un estudio de fotografía, un taller de artista… en un plató puede costarte en la mayor parte de los casos entre 3000 y 5000 euros! Salvo que uno se vaya, como tantos otros, a fábricas abandonadas cargado de grupos electrógenos. Con La Tabacalera he podido rodar en su nave central absolutamente gratis y con todos los medios a mi disposición. A cambio, les he cedido mi vídeo para que dispongan de él como quieran.

He grabado el audio en riguroso directo y con una buena parte de mi grupo tocando y entregándose durante diez u once tomas entre nueve y media de la mañana y dos de la tarde de un viernes del mes de octubre de 2010. Con el sonido (equivocadamente o no) he sido absolutamente implacable: quería, primero, un directo (no creo en la frialdad de las grabaciones de los músicos por separado, ni en las claquetas ni otras zarandajas);

quería, segundo, que todos los instrumentos se distinguieran a la perfección y sin solaparse. De ahí el predominio de los paneos en el audio, del panorama. Mi música, no lo olvidemos, es una música de contrapunto y no debe haber caos ni confusión. Quería, tercero, y como ya he dicho, un sonido de los 60, de finales de los 60, para más precisión, de la época en que los Beatles se separaban (con acierto quizá por parte de ellos y con desolación por parte del niño que yo era, y de otros muchos niños sin duda). Para ello acudí, como gran técnico de sonido que es, a Félix Arribas, batería y productor de Los Pekenikes, contemporáneo de Lennon y McCartney, y un auténtico mito viviente. El tiempo dirá si él y yo nos equivocamos en nuestras opciones o no…

Javier Cano pelea en estos momentos con la sincronización. El clip lleva una cortinilla en forma de dibujo animado, una obra maestra realizada por Raúl Echegaray, y que supone un recurso publicitario de primer orden (al mismo nivel que el cartel de mi espectáculo Tiempos, diseñado por Mauricio d’Ors a partir de una idea mía). El montaje intercala nuestra actuación en el improvisado plató de La Tabacalera con unas fotos fijas de seres anónimos realizadas al azar por mi colaborador habitual Ignacio Cerezo con elegancia, buen gusto y socarronería.

Arancha Merchán, cámara segunda y devenida en habitual de mi staff, realizó su trabajo con paciencia y finura. Mar Rojo no quiso esta vez acompañarnos. Así que la producción la llevó Guillermo Gumiel. El final del vídeo es una chispa, un hálito de sensibilidad. Está dedicado a la gente que está sola.

J. d’O.
Diciembre 2010
Fotos de Ignacio Cerezo (madarte.com)
y Guillermo Gumiel (gumiel.blogspot.com)